El problema de invalidar las emociones

Desde la infancia escuchamos por parte de personas de nuestro entorno frases como: no llores, que no te vean llorar, eres muy mayor para tener esa rabieta. En la adolescencia esos comentarios se suman a otros: tu problema no tiene importancia, de adulto te vas a enterar, ¿a ti qué más te da lo que piensen los demás? Y esto no acaba aquí, sino que sigue en la edad adulta, no te tomes las cosas tan en serio, mira Pepito, qué mal le va… No te puedes quejar.

Sin darnos cuenta, nada más nacer estamos condenados a que nos invaliden las emociones. Siempre habrá alguien que te haga pensar que tu preocupación es ridícula, dejando pasar ciertas situaciones por alto que objetivamente son dañinas para el ser humano, y mucho menos se nos ocurre pedir ayuda profesional, porque los psicólogos sólo deben atender asuntos de real gravedad. Y sin querer, nos convertimos en el saco emocional de otras personas y adoptamos la estrategia de aguantarlo absolutamente todo, cada vez exigiéndonos más y más, causando por dentro una ansiedad desbordante.

Pues bien, estas son algunas de las consecuencias de invalidar las emociones de los que nos rodean. Gracias al cambio de mentalidad, actualmente, se valora más el trabajo en la Inteligencia Emocional, aunque aún hay generaciones que son resistentes a esta nueva perspectiva. Está claro, que exteriorizar excesivamente una determinada emoción como la rabia en el trabajo, por ejemplo, está mal visto. Por ello hay que buscar un equilibrio entre el autocontrol, tolerancia a la frustración y expresión sana de emociones.

Reprimir al extremo la tristeza puede traer consecuencias graves, llegándose a convertir en en un trastorno depresivo. No compartir tus preocupaciones con seres queridos puede evolucionar en ansiedad crónica, incluso, la persona podría somatizar toda la negatividad llegando a dañar algún órgano del cuerpo, (provocando úlceras estomacales, síndrome del intestino irritable …etc.). 

Por ello si te enfadas, exprésalo, comenta a aquella persona qué fue lo que te hizo sentir así. De esta manera podría sanarse la relación del tipo que sea (amoroso, amistoso, familiar o laboral), sin temer el impacto que pueda provocar, porque si la otra parte no la comprende,  quizás te puede ayudar a darte cuenta que esa persona no debería estar en tu vida. Así que, ¿qué más dará? Lo importante es que tú te quedes a gusto, siempre y cuando se exprese de una manera asertiva.

Si sientes tristeza llora, está demostrado que las personas que aguantan el llanto de una manera continuada, en el caso de las personas muy estoicas, tienen mayores índices de depresión, provocando enfermedades como el cáncer o llegando incluso al suicidio. Llorar libera endorfinas y si, además, alguien que nos quiere nos abraza en ese momento, la oxitocina (hormona del cariño) aumenta, haciéndonos sentir relajados y más seguros de nosotros mismos.

Y tampoco nos debemos olvidar de las emociones positivas como la alegría. Es de vital importancia que si algo nos hace sentir alegres lo podamos compartir, de esta manera refuerza nuestra autoestima y se liberan numerosas endorfinas que permitirán la sanación del cuerpo y sobre todo, de nuestra mente.

Por ello, padres, familiares cercanos, profesores, educadores del mundo, nunca reprimáis las emociones de vuestros niños, si queréis que el día de mañana sean unos adultos sanos y satisfechos consigo mismos. La clave no está en que sean fuertes como una roca, soportando cualquier tempestad, lo verdaderamente importante es que encuentren el equilibrio entre dichas emociones, abrazando cada una de ellas y sintiéndolas. Fomentando la adaptación al cambio. No hay que ser la persona más dura sino tener resiliencia.

Intolerancia

Reconozco que la intolerancia puede ser quizás una manera de sobrevivir a ciertos desafíos, un escudo ante aquello que no nos gusta: la disonancia cognitiva. 

La disonancia cognitiva es la tensión o alteración del sistema de creencias e ideas. A nadie nos gusta que algo ya sea exógeno o endógeno nos perturbe nuestra cuidada ideología que tanto nos costó construir. Puede que siempre hayamos creído fielmente en una cosa en concreto y de repente, vemos algo que nos hace entrar en un feo conflicto con aquella creencia, esto es desagradable. 

Con lo cual, la intolerancia nos protege de la temida disonancia cognitiva y a su vez, nos permite llegar a la falacia de consenso. Esto quiere decir que siempre buscaremos situaciones y personas que confirmen aquella idea y todo lo que la contradiga lo rechazaremos abiertamente para evitar el temido conflicto interno

Por estos dos motivos, la intolerancia está muy extendida ya que es una herramienta muy útil que nos permite sobrevivir. Después de hacer alusión a lo que podría ser beneficioso, tengo que decir que es perjudicial a nivel personal y global.

¿No os suena aquella situación en la que estáis debatiendo con una persona a la que conocéis sobre un tema en concreto y ambos tenéis opiniones opuestas? En este escenario os encontraréis con algunos tipos de ‘’opinólogos profesionales’’ uno es el que te da su punto de vista de una manera relajada y asertiva comprendiendo tu punto de vista (éste sería el ideal), otro es aquel que se calla en mitad del debate porque no quiere seguir con un tema en el que no vais a llegar a un punto en común, y otro es, (el que menos me gusta) el que no solo intenta dejar por encima su pensamiento sino que además invalida el tuyo, y lo peor de todo, no puede ni quiere entender por qué tú piensas diferente. Este es el llamado, ‘’amigo intolerante’’ aquel que te interrumpe al hablar y no te escucha bajo ningún concepto.

El problema es que ellos mismos creen que su pensamiento debe ser totalitario y tiene mayor validez que el de los demás, que de alguna manera, contribuye al bienestar de las personas, cuando no sabe que lo que a él le parece satisfactorio, para otra persona quizás le parece horrible. Estas personas tienen una capacidad de empatía menor, son más propensas a la ofensa, falta del respeto y a su vez, se sienten ofendidos con facilidad, ya que, como la misma palabra lo dice, no toleran que nadie ponga patas arriba su sistema de creencias. Son resistentes al cambio, dificultando su evolución personal. 

Mi consejo es que cuando debatas (en este caso, discutas, ya que no pueden tener un debate sano) con una persona intolerante, llegue un momento, en el que si has dado tu opinión y él o ella desacredite tu punto de vista, simplemente, no sigas. No se trata de convencer ni de colonizar la mente del otro, sino de hablar con plena libertad sobre aquello que piensas o crees, entendiendo a los demás aunque no introduzcas aquel pensamiento en tu propio sistema. No vale la pena discutir contra un muro de piedra.

La intolerancia humana es el comienzo de la prisión mental, de la falta de libertad, por ello siempre lo detesté.

Excesiva productividad, poca Inteligencia Emocional

Desde la infancia nos obligan a permanecer sentados y atentos a temas que ni nos interesan durante una jornada completa. Después, esta jornada se convierte en una actividad de doce horas diarias ya que debemos realizar todas las tareas que nos han mandado en clase, para así, al día siguiente continuar. Me despierto, desayuno rápido, atención plena durante ocho horas, como y vuelta al trabajo. Esto siempre fue una faena para aquellos niños que vivíamos más en nuestro mundo interior que en el exterior, lo que nos rodeaba nos daba igual y el sistema educativo quizás nunca estuvo preparado para ello, y por supuesto, la sociedad tampoco, pero esto ya es un tema perfecto para otro artículo.

Esto nos prepara para la vida adulta, estudiar, busca trabajo, si no lo encuentras eres un desecho humano y si lo encuentras todos te premian porque te acoplas bien a la sociedad, eres una máquina más para la excesiva productividad.

Constantemente veo en redes sociales de gurús del emprendimiento hablar sobre la importancia de dejar tus hobbies de lado, personas queridas de tu entorno e incluso, disminuir tus horas de sueño: cuando está demostrado que la falta de sueño no solo hace que disminuya el rendimiento tanto físico como mental, sino que puede derivarse en problemas graves de salud mental, en definitiva, marchita tu cerebro). Mensajes como: todo gran esfuerzo tiene su recompensa, trabaja duro hoy y vivirás mañana “como quieres’’ (no se lo creen ni ellos). En definitiva, abandónate a ti mismo y así todos te admirarán porque ganarás mucho dinero, porque eres un peón más para ellos. Otra persona más del ganado adicta al materialismo y a la generación del quiero y no puedo, apariencias al fin y al cabo.

En cambio, aquellas personas que han dado tumbos en la vida, que se han equivocado y han tenido que reinventarse por lo menos, seis veces. Ellos no son un buen ejemplo a seguir, ellos no son ‘’personas de provecho’’. Yo admiro más a aquellos que aunque hayan tardado más en conseguir aquello que está bien visto en la sociedad (tener un trabajo, independizarse, estudios o formar una familia), han invertido sus años de juventud en trabajar un sano autoconcepto, autoestima, en definitiva, en desarrollar plenamente su personalidad. Son personas que no sólo contribuyen, sino que gestionan bien su tiempo para dedicarse a sus hobbies, introspección y dedicarse a lo que de verdad les llena. Quizás aquellos que realizaron todo de una manera seguida, en dirección al camino recto, tengan que dar un parón a los 40 años porque sienten la necesidad de reconducir su vida, ¿Quién soy? ¿Cuál es el significado que le doy a mi existencia? Esta es la famosa crisis de los 40, ni más ni menos. 

En definitiva, debemos hacer todo lo que realmente queremos, no lo que se supone que está bien visto, siempre y cuando no se dañe a los demás. Todo ser humano necesita dedicar tiempo al trabajo de su inteligencia emocional, ya que es lo que de verdad, le hará estar bien consigo mismo sin la necesidad de la aprobación ajena. 

Reflexionando desde el confinamiento

 

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La situación actual muchos la describirían como algo propio de una película de ficción. Y no lo niego, en los últimos años no habíamos vivido nada parecido. Dicen que en situaciones extremas se magnifica lo que ya estaba dentro de cada ser humano, ya sea bueno o malo. Ya no se trata de una crisis nacional, sino a nivel mundial. Algo que, desde mi punto de vista y así lo creeré siempre, viene grande a cualquier Gobierno, a cualquier persona. Una pandemia no entiende de ideologías, de razas, ni de estatus, ni de creencias. Cualquier ser humano, independientemente de su poder o moral, podría ser vulnerable.

Hoy en día tenemos más información de lo que cualquier cerebro podría soportar. La inteligencia humana está muy por detrás de la velocidad a la que transcurren los acontecimientos. Mucha de esa información es, claramente, manipulada, pero eso ya es otro tema para otro artículo y tampoco diría nada nuevo. Enciendes la televisión o enciendes tu móvil y ya aparecen noticias catastróficas sobre el Covid-19. Debemos procurar limitar la atención a las noticias. Está bien saber qué ocurre en el mundo pero no podemos saturarnos. Todo ello causa histeria colectiva: productos que se agotan rápidamente, ansiedad, depresión, enfrentamientos entre vecinos, amigos o familiares. Basta ya. No podemos dejar que los medios condicionen nuestra vida.

Las consecuencias de esta crisis que se pueden analizar a distancia que es consecuencia de esta crisis, es, por un lado, la ayuda al prójimo o la rivalidad entre bandos o egoísmo por otro. Egoísmo por querer echar a personas de sus viviendas por miedo a contraer el virus ya que trabajan en sanidad, supermercados… etc. Ellos tienen el mismo derecho a vivir bajo un techo que los demás. Su salud y bienestar son iguales de importantes que las suyas. O el egoísmo por obligar a algunos trabajadores a exponerse diariamente al peligro sin apenas protección, y ellos acceden por miedo a quedarse sin sueldo para darle de comer a sus hijos. La rivalidad entre bandos, votantes de derecha o izquierda que se lanzan indirectas continuamente a través de las redes sociales, enfrentándose entre seres queridos, dejando que la política haga con sus emociones y vida personal lo que les dé la gana. Partidos políticos que echan basura el uno del otro a través de Twitter en vez de sentarse todos en una mesa y llegar a un acuerdo sólido y definitivo para hacer lo máximo posible para solucionar esta triste situación. Luego está la otra cara de la moneda, la solidaridad, profesionales arriesgando sus vidas para salvar otras. Luchadores sin capa ni sin superpoderes. Gente que ayuda a sus amigos, familiares o vecinos que se han quedado en el paro y no tienen dinero para llenar sus neveras vacías. Gente que curan por su cariño y atención crisis de ansiedad con una simple llamada. Gente que entretiene a los demás a cambio de nada. Videollamadas a aquellos que, actualmente, viven solos para que se sientan acompañados. Cualquier gesto de bondad, por muy pequeño que sea, es bienvenido.

Esto es un antes y un después. Una nueva vida que nos hará cambiar como sociedad. Y espero que nos cambie para ser mejores personas. Un mundo más cooperativo y respetuoso. Un mundo más libre sin dañar a los demás. Un mundo sin odio ni prejuicios. Un mundo que se encargue de lo importante: cuidar las vidas de cualquier ser humano.